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A 155 años del trágico final de Urquiza, el líder entrerriano que fue el primer presidente constitucional argentino

Este 11 de abril se conmemoran 155 años del asesinato del General Justo José de Urquiza, uno de los líderes más significativos y controversiales de la historia argentina. Fue gobernador de Entre Ríos y, más tarde, el primer presidente constitucional de la Confederación Argentina. Su muerte, ocurrida en 1870, marcó un punto crucial en el desarrollo político del país, dejando una profunda huella en la memoria colectiva y en los debates sobre la identidad nacional.

Urquiza fue gobernador de Entre Ríos y se destacó por su rol como presidente de la Confederación Argentina. Su liderazgo estuvo caracterizado por esfuerzos tenaces para consolidar la unidad nacional y promover el desarrollo de la región, en un contexto de fragmentación política y conflictos entre Buenos Aires y las provincias. Su visión de un país federal y unido contrasta con las luchas de poder que definieron su tiempo, lo que lo convirtió en una figura polarizante entre sus contemporáneos.

DEL FEDERALISMO AL PRAGMATISMO

La figura de Justo José de Urquiza se erige como una de las más complejas y polémicas de la historia argentina. Nació en Entre Ríos en 1800 y se convirtió en gobernador de la provincia, un papel que lo llevaría a ser una figura central en los acontecimientos que marcaron la transición de Argentina hacia la organización nacional.

Para el historiador argentino, Hernán Brienza, autor de «Urquiza, el salvaje unitario», el caudillo entrerriano fue mucho más que un simple líder provincial, fue un actor central que, con sus contradicciones y pragmatismo, moldeó el destino de la nación.

Brienza describe a Urquiza como un «hombre de su tiempo», capaz de tejer alianzas y enfrentarse a adversarios de notable renombre como Rosas, pero también como un «salvaje» que, en ocasiones, recurrió a medidas violentas para afianzar su poder.

Para el autos, Urquiza no puede ser encasillado fácilmente. Gobernador de Entre Ríos con una visión de progreso para su provincia, supo capitalizar el descontento de las provincias del interior contra el poder hegemónico de Buenos Aires liderado por Juan Manuel de Rosas. Su victoria en la Batalla de Caseros (1852) no solo significó el fin del rosismo, sino que abrió la puerta a la organización constitucional del país en 1853, un proyecto largamente anhelado por las provincias y liderado por la visión federalista de Urquiza.

El historiador destaca las reformas impulsadas por Urquiza, especialmente su papel en la convocatoria a la Confederación Argentina y su apoyo a la Constitución de 1853. Sin embargo, Brienza no omite las contradicciones de su figura, señalando que estos avances fueron acompañados por un contexto de agitación y conflictos, donde la violencia política y la represión a la oposición jugaron un papel crucial.

Sin embargo, la relación de Urquiza con Buenos Aires fue sinuosa. Tras Pavón (1861), su figura se vio envuelta en críticas y acusaciones de traición por su actitud durante la batalla, un evento que consolidó la hegemonía porteña. Es en estas contradicciones donde Brienza encuentra la riqueza del personaje, un líder pragmático capaz de alianzas cambiantes en pos de un objetivo superior: la construcción de una nación, aunque con los términos impuestos por la correlación de fuerzas de su tiempo.

El libro de Brienza explora las tensiones y ambigüedades de un hombre que, desde su Entre Ríos natal, se convirtió en una figura ineludible de la política argentina. Su asesinato en 1870, en un contexto de conflictividad política y levantamientos provinciales, truncó una trayectoria marcada por la búsqueda de un equilibrio entre las autonomías provinciales y la necesidad de un gobierno central fuerte.

EL TRÁGICO ATARDECER EN EL PALACIO SAN JOSÉ

El imponente Palacio San José, ubicado en las cercanías de Concepción del Uruguay, fue mucho más que la residencia del General Justo José de Urquiza; fue un símbolo de su poder, su visión de país y el escenario de su abrupto final. En la tarde del 11 de abril de 1870, este palaciego hogar se convirtió en el epicentro de un drama que conmocionó a la Argentina.

Aquel día, Urquiza, a sus 69 años y aún gobernador de Entre Ríos, disfrutaba de la tranquilidad de su hogar. Rodeado de su familia, incluyendo a su esposa Dolores Costa y sus hijos, la apacible jornada transcurría sin presagios de la tragedia que se avecinaba. Según relatos de la época, Urquiza se encontraba en la galería, compartiendo momentos con su administrador, mientras sus hijos jugaban en los alrededores.

Pasadas las siete de la tarde, la calma se vio brutalmente interrumpida. Una partida de hombres armados, liderados por el coronel Robustiano Vera y respondiendo al caudillo montonero Ricardo López Jordán, irrumpió en el Palacio al grito de «¡Abajo el tirano Urquiza! ¡Viva el general López Jordán!». El objetivo inicial, según algunas fuentes, era tomar prisionero al gobernador y obligarlo a renunciar. Sin embargo, la situación escaló rápidamente hacia la violencia letal.

Alertado por el bullicio y los disparos, Urquiza intentó defenderse. Se cuenta que pidió su fusil a su hija Dolores («¡Lola, mi fusil!»), pero la ferocidad del ataque hizo imposible cualquier resistencia efectiva. Los agresores, en número considerable (algunas fuentes hablan de más de cien hombres), avanzaron sobre el gobernador.

En medio del caos y la desesperación, Urquiza recibió un disparo en el rostro, cerca del labio superior, que lo hizo caer. Su esposa e hijas intentaron protegerlo, pero la furia de los atacantes era imparable, acabando con su vida en los brazos de su familia.

El asesinato de Justo José de Urquiza en su propio hogar, el Palacio San José, no fue solo el final trágico de un hombre; significó un punto de inflexión en la política argentina, exacerbando las tensiones entre federales y unitarios y marcando el declive del proyecto confederalista que él había defendido con tanta vehemencia.

LEGADO Y RELEVANCIA ACTUAL

A 155 años de su asesinato, el legado de Urquiza sigue vivo. En palabras de Brienza, “Urquiza fue la madre de todas las grietas”, una frase que destaca cómo su figura continúa dividiendo opiniones sobre el camino que debería haber seguido Argentina tras su muerte. 

Su legado, marcado por la lucha contra el centralismo, la sanción de la Constitución y las complejas alianzas políticas, nos invita a comprender las profundas raíces de las tensiones que aún hoy atraviesan la Argentina. Recordar a Urquiza desde esta perspectiva es recordar un momento crucial en la formación de nuestra identidad nacional, con todas sus luces y sombras.

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